La persona que nos habla, con un estatus económico muy alto, y una excelente capacidad de comunicación, me dice que después de comer se sienta a ver Sálvame. Que le encanta y que realmente, a pesar de que suena penoso confiesa que pasa un buen rato viéndolo.
Hace la confesión con cierta vergüenza, dirigiendo la mirada al suelo mientras pronuncia el nombre del programa, y sigue explicando que le sirve para distraerse de los problemas económicos que acucian a su empresa y que no son resultado de una mala gestión, ni siquiera de la mala marcha de su empresa, que sigue siendo muy rentable a pesar de los tiempos que corren, sino de la falta de crédito que los bancos españoles le niegan y que le han obligado a despedir trabajadores, lo que pesa sobre su conciencia.
Sabe que la única oportunidad de mantener los puestos de trabajo actuales y de incluso poder contratar a los despedidos de nuevo en el futuro, pasa por los despidos, porque la situación es insostenible.
Que conste que no sigo ese programa, y que la gente que no lo
sigue y no lo ve, solemos reaccionar con desdén como mínimo, con desprecio
otras veces ante su sola mención. A mí me este programa me estresa.
Está claro que el programa entretiene a quienes lo ven. Pero
no hay nada nuevo bajo el sol, todo responde a una estudiada estrategia.
La primera regla en el Sálvame es mantener a sus
colaboradores en constante (aparentemente) estado de pelea. Para ello cualquier
excusa vale y hacen como en el colegio, combinaciones de los elementos que haya
tomados de dos en dos, lo que da un número bastante elevado de discusiones por
cada una de las parejas, que se intercambian, se mezclan, interviniendo otros
de los participantes para ponerse del lado de unos u otros.
Básicamente cuentan historias y muchos cuentos, sobre todo cuentos. Y los seres humanos tenemos una debilidad innata por las historias.
Además, empiezan contando una parte de la historia, y nuestra curiosidad hace el resto, ya que van dando pequeños retazos de información, sin darla toda, para mantener tu atención. Son tantas historias a la vez, varias de enfrentamiento entre los colaboradores, varias de famosos, famosillos o de cualquiera, que seguro que hay alguna que te engancha. Y la curiosidad mató al gato, por lo que seguimos pegados al televisor hasta que nos enteramos de toda la historia, algo que no ocurre hasta el final del programa. Todo esto aderezado con múltiples recordatorios de las distintas historias a ver si varias de ellas te enganchan. Utilizan la misma técnica que los cuentos de Las Mil y Una Noches, enganchan una historia con la siguiente y ésta con la siguiente.
Básicamente cuentan historias y muchos cuentos, sobre todo cuentos. Y los seres humanos tenemos una debilidad innata por las historias.
Además, empiezan contando una parte de la historia, y nuestra curiosidad hace el resto, ya que van dando pequeños retazos de información, sin darla toda, para mantener tu atención. Son tantas historias a la vez, varias de enfrentamiento entre los colaboradores, varias de famosos, famosillos o de cualquiera, que seguro que hay alguna que te engancha. Y la curiosidad mató al gato, por lo que seguimos pegados al televisor hasta que nos enteramos de toda la historia, algo que no ocurre hasta el final del programa. Todo esto aderezado con múltiples recordatorios de las distintas historias a ver si varias de ellas te enganchan. Utilizan la misma técnica que los cuentos de Las Mil y Una Noches, enganchan una historia con la siguiente y ésta con la siguiente.
Además juegan con los efectos especiales: cuando la música que
ponen, por ejemplo, está muy alta, o al cambiar rápidamente de tema, o cuando
presenciamos una pelea, se activa un mecanismo que se llama “la respuesta
orientativa”.
Para que te hagas una idea la respuesta orientativa es lo que sucede cuando estamos hablando y por el rabillo del ojo vemos algo que se mueve y volvemos nuestra atención a lo que se mueve, perdiendo, la mayoría de las veces, el hilo de lo que estamos diciendo.
Esto sucede porque al ver algo en movimiento en nuestro campo de visión se pone en marcha el mecanismo de lucha o huída. Nos preparamos por si hay algún peligro, y nuestro cerebro se desengancha de la conversación que estábamos teniendo para centrarse en lo importante, el posible peligro, y dejamos de pensar con claridad, nuestra atención se centra y perdemos la noción de lo que pasa alrededor.
Te suena ¿verdad? A continuación viene la consabida frase: ¿de qué estaba hablando? Que mucha gente achaca a la edad, y no tiene que ver con ella. El programa está activando la respuesta orientativa todo el tiempo, lo que hace que nos distraigamos de nuestros problemas para centrarnos en los de otros, pero también que nuestro nivel de estrés aumente, aunque parezca que estamos relajados. Además cuando termina el programa los problemas vuelven.
Para que te hagas una idea la respuesta orientativa es lo que sucede cuando estamos hablando y por el rabillo del ojo vemos algo que se mueve y volvemos nuestra atención a lo que se mueve, perdiendo, la mayoría de las veces, el hilo de lo que estamos diciendo.
Esto sucede porque al ver algo en movimiento en nuestro campo de visión se pone en marcha el mecanismo de lucha o huída. Nos preparamos por si hay algún peligro, y nuestro cerebro se desengancha de la conversación que estábamos teniendo para centrarse en lo importante, el posible peligro, y dejamos de pensar con claridad, nuestra atención se centra y perdemos la noción de lo que pasa alrededor.
Te suena ¿verdad? A continuación viene la consabida frase: ¿de qué estaba hablando? Que mucha gente achaca a la edad, y no tiene que ver con ella. El programa está activando la respuesta orientativa todo el tiempo, lo que hace que nos distraigamos de nuestros problemas para centrarnos en los de otros, pero también que nuestro nivel de estrés aumente, aunque parezca que estamos relajados. Además cuando termina el programa los problemas vuelven.
Otra de las razones de que el programa enganche es que nos da
la falsa sensación de estar acompañados, de estar en contacto con otras
personas y socializando. Lo que satisface (aparentemente) nuestra necesidad de
atención. El único problema es que damos nuestra atención y no recibimos
ninguna, por lo que al terminar el programa no nos sentimos satisfechos. De
hecho nos parece que necesitamos más programa para sentirnos bien otra vez. Y
ya nos hemos enganchado.
Y es que, como
dijo el escritor
Rudyard Kipling "Las palabras constituyen la droga más potente que haya inventado la
humanidad."
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