Considero el lenguaje como una forma de comunicación, un vehículo
con el que expresar ideas, sentimientos, y fundamentalmente con el que puedo
conectar con otras personas, y establecer un intercambio de ideas que hace que
mi mundo y mi vida sean más ricos, más plurales.
Últimamente he venido observando
cómo en muchos blogs, artículos y charlas de internet se utiliza el lenguaje no como
herramienta de conexión, de inclusión, sino, por el contrario, como instrumento
de exclusión. Me refiero principalmente a la españolización (que no traducción)
de palabras inglesas, y la desidia o la pereza con la que se ignoran los
términos en español que expresan el sentido de esa palabra o concepto. Un
ejemplo claro es (una palabra que se ha puesto muy de moda entre coaches) la
procastinación.
Si no has entendido el “palabro”
no te preocupes, es normal, puesto que viene del inglés “procastination” .Sí,
la verdad es que es más fácil y rápido cambiar una t por una c y listos, que
emplear la correcta, y entendible por todos, palabra posponer. ¿A que ahora sí
lo has entendido?
Otro ejemplo que salió hace unos
años es el de las Stock Options, lo que en el mundillo financiero, y de toda la
vida, conocíamos como Opciones. Dado que este instrumento financiero tiene
muchísimos años de existencia, muchos nos sorprendíamos con ese repentino
cambio de nombre. Como dijo alguien es que los hay “muy leídos y muy escribidos”.
El por qué de esta moda, creo que
hay que buscarlo más en un intento de parecer más culto, más listo (aunque el
efecto conseguido sea justamente el opuesto), de excluir a quienes no entienden,
que de incluir, comunicar, etc, ya que ¿qué
o cómo se puede comunicar inventando palabras, o usando las que otros han
inventado para parecer tan estupendo como el que lo inventó? Yo creo que bien
poco.
Me sorprende aún más que ese tipo
de recursos se utilice, a veces, en foros en los que se defiende la inclusión,
la colaboración, la unión, como recurso para cualquier fin: mejorar las ventas,
comunicar más y mejor, enseñar, etc.
Para mí, particularmente, lo que
expresan es lo contrario. De hecho lo que se está propiciando, al contrario de
la “democratización” del lenguaje, es el sectarismo.
Si me lees, y no entiendes,
no perteneces a mi secta, grupo, (tribu le llaman ahora, otra españolización
del término inglés tribe). Luego, por definición, te estoy excluyendo, ya que no
todos tenemos la misma capacidad para deducir por el contexto, o tiempo para
buscar qué significan una serie de términos de un artículo que consideramos que
es de nuestro interés. Por lo que el resultado conseguido puede ser el del
abandono de clientes, colegas o seguidores potenciales.
¿Y acaso ese es el
resultado que persiguen? ¿Para quién escriben? Si se habla de pertenencia, de
inclusión, de conexión, y lo que expresan los actos, las acciones, es lo
contrario, la sensación percibida por la audiencia es de engaño.
Muchos
profesionales de las redes sociales comparten estos comentarios diciendo que cómo van a
confiar en alguien que dice que tiene tres carreras y después no pone acentos, tiene faltas de ortografía, no pone
signos de interrogación o exclamación al principio de la frase, o habla de
manera grandilocuente pero no dice nada.
Porque en el fondo nos dejamos
llevar por la forma, no por el fondo.
Una amiga abogada, antes de
presentar una demanda, se la da a leer a alguien que no sepa derecho. Dice que
si no la entiende cualquiera el juez probablemente tampoco. Y si la persona no
entiende la frase la cambia.
Y es verdad.
A mi entender, refleja una cierta
desconexión del público objetivo, más cuando mediante las redes sociales, por
ejemplo, se intenta que se nos lea más, llegar a más gente, de manera
universal. Algunos argumentarán que se dirigen a un sector específico. Y esto
me recuerda a una de las historias que en Blink cuenta
Malcolm Gladwell:
Un señor con ropa de trabajo, las
botas llenas de barro y mayor, entra en una tienda de coches y camiones, y
pregunta por un camión con ciertas características. El vendedor, dejándose
llevar por la vestimenta del posible cliente le dice que cuestan muy caros y que
qué va a hacer él con un camión tan caro, el buen (y educado señor) se va de la
tienda y se dirige a la de enfrente. Sí, la competencia. Y el vendedor con el
que da tiene una visión muy distinta de lo que es una venta. Le recibe con
amabilidad, contesta todas sus preguntas, hasta que el señor le dice que quiere
cinco (sí, cinco) camiones.
No sólo eso, Malcolm Gladwell
también menciona las entrevistas realizadas a vendedores de coches cuyas ventas
excedían, con diferencia, la media. La respuesta de uno de ellos fue que daba
igual cómo o qué fuera la persona que entraba por la puerta de su comercio. Él siempre
les trataba como si fueran, y pudieran, comprar sus coches, y a veces se
llevaba sorpresas, cuando personas que aparentemente tenían un nivel
adquisitivo bajo le compraban un coche de alta gama con todos los extras, y
resultaban ser millonarios.
Distinto es el caso de personas
que viven en Estados Unidos y que obviamente utilizan, sin quererlo a veces,
anglicismos, porque además es lo que tienen alrededor.
Para nosotros, los demás, no es
excusa.
La mayor parte del día hablo, leo y escribo en inglés. A veces me cuesta encontrar la palabra que expresa, en español, lo que
quiero decir, porque en la cabeza tengo la frase o expresión en inglés, y para
eso uso el diccionario y un diccionario de sinónimos y antónimos.
¿Cuál es tu opinión? ¿Crees que
somos cada vez más vagos y que es el modelo que subrepticiamente se nos está
vendiendo?
Y para que veas lo fácil que es engañarnos te dejo este vídeo en TED de Al Seckel un neurocientífico con unas muy interesantes teorías sobre la mente.