martes, 24 de mayo de 2016

Por qué deberías ponerte contento si te sientes culpable

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El sentimiento de culpa es esa desagradable sensación que sentimos cuando creemos que hemos hecho algo mal, pero y si te dijera que deberías sentirte bien por sentirte culpable, ¿acaso hay un lado positivo en la culpa? Pues lo hay.



EL SENTIMIENTO DE CULPA


¿Alguna vez has hecho un comentario totalmente inocente, sin ninguna crítica en él y has visto como alguien se pone incómodo, o le cambia la cara? ¿Alguna vez has herido a alguien con tus palabras sin haber tenido la más mínima intención? ¿Alguna vez has dicho algo que le ha resultado doloroso u ofensivo a la otra persona sin que esa haya sido tu intención?


O puede que hayas hecho algo que salió mal y te sientas responsable aunque el único perjudicado seas tú, o simplemente no han salido las cosas como querías y empiezas a fustigarte con el látigo de la culpa de forma inmisericorde.


Seguro que te has visto alguna vez en tu vida en alguna de esas situaciones en las que haces algo que no es recibido por la otra persona de la manera que esperas, muchas veces porque la información que tienes de esa persona no es suficiente o porque esa persona es muy sensible, o porque la otra persona ha malinterpretado lo que le has dicho, y la sensación de culpabilidad que se queda no es agradable.


Hay veces que si hay más personas delante no hay forma de explicar lo que hemos querido decir sin hacer que las cosas se vuelvan aún más difíciles de explicar.


A lo mejor trabajas en RRHH y has tenido que despedir por orden de arriba a alguien, y tú no lo habrías hecho si hubieras tenido ocasión.



CULPABILIDAD O NO CULPABILIDAD: ESA ES LA CUESTIÓN


Hace unos días, viendo un capítulo de la primera temporada de la serie House of Cards una de las protagonistas le dice a su jefa de RRHH que tiene que despedir a la mitad de la plantilla. La directora del departamento intenta por todos los medios que su jefa, quien quiere los despidos, cambie de opinión.


Le argumenta que son personas que llevan muchos años trabajando con ellos. Le dice que gracias a esas personas, la organización ha crecido hasta lo que es, que son parte de la empresa. Su interlocutora no tiene el más mínimo interés por oír todos los razonables argumentos que le están dando. Al final zanja la conversación diciendo que ha tomado la decisión y que quiere que lo haga el viernes de esa misma semana.


A la jefa de nuestra amiga, la directora de RRHH no se le mueve ni un pelo ni un músculo mientras lo dice. Pareciera que no está siquiera hablando de personas, personas a las que conoce personalmente al ser una organización pequeña, una ONG por cierto.


El contraste con la directora de RRHH es obvio: está incómoda, se siente mal por las personas a las que va a tener que despedir y está pasando un mal rato mientras intenta encontrar más argumentos para sostener su opinión aunque su jefa no quiere oírlas.


Entonces argumenta que sin la mitad de la plantilla no van a poder hacer bien el trabajo, y la contestación que recibe es lapidaria: “no te preocupes, contrataremos a otros”. Claramente se ve la confusión de esta pobre mujer que no entiende nada.


Y llega el viernes. Su cara es un poema después de haber despedido a la mitad de la plantilla. Entonces entra su jefa, a la que le comenta lo incómoda que está y lo mal que lo ha pasado cuando algunas personas lloraron.


A su jefa el comentario le produce el mismo efecto que si le hubieran dicho que la temperatura exterior ha subido medio grado desde ayer. Ni se inmuta. A continuación, con la misma frialdad le dice que quiere que recoja sus cosas ella también, está despedida.


La reacción de la pobre mujer es totalmente lógica, con absoluta incredulidad le dice que cómo la despide ahora, después de haber despedido  toda esa gente, con lo mal que lo ha pasado. No quiere a nadie que cuestione sus decisiones.


Creo que esta situación, que se repite todos los días en muchas empresas en el mundo, con más o menos puntos de coincidencia explica claramente la diferencia entre alguien que se siente mal, culpable porque sabe que, aunque sea involuntariamente, ha hecho daño a otras personas, y a pesar de que no tenía opción, y la jefa la de los pelos inmóviles y cara inexpresiva a la que no le interesan lo más mínimo los efectos de su decisión. La jefa inmóvil no siente culpa, ni nada remotamente cercano.


Por eso he decidido titular esta entrada de esta manera, porque si te sientes culpable significa que sientes culpa, y eso, aunque desagradable, es bueno.

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QUÉ ES LA CULPA


Podemos definir la culpa como una sensación desagradable en la que lamentamos y nos sentimos responsables por nuestras acciones.


La culpa no te deja librarte de ella, te está recordando todo el tiempo lo que hiciste. Incluso cuando te lo estás pasando bien de repente aparece el Pepito Grillo diciendo: ¿te acuerdas de lo que hiciste el 7 de junio de 2003 a las 3 de la tarde? Pues si lo habías olvidado aquí estoy yo para recordártelo…


De especial importancia es que “nos sentimos responsables” lo que no significa que por sentirnos culpables seamos responsables.


En la situación de la que hablaba antes, en la serie House of Cards donde creo que hay más psicópatas por metro cuadrado que en una cárcel de alta seguridad, está la persona responsable, que no siente ninguna sensación desagradable de ningún tipo, ni siente ninguna responsabilidad, y desde luego no lamenta en absoluto sus propias acciones (despedir a gente), con la persona que no es responsable, es decir, no tomó la decisión, si tuviera opción no lo haría, pero sí se siente mal y se siente responsable.



LAS BUENAS NOTICIAS: SENTIR CULPA ES POSITIVO (AUNQUE NO AGRADABLE)


En resumen, básicamente y como no sentir culpa es una de las características de las personas que tienen una conducta antisocial y también de los psicópatas, que sientas culpa son buenas, que digo buenas, buenísimas noticias: no eres psicópata.


No voy a entrar aquí en la diferencia que establecen algunos estudios sobre la conducta antisocial y la psicopatía, sobre todo porque a efectos prácticos seguro que te da lo mismo que tu jefe tenga una conducta antisocial o sea un psicópata, seguirá siendo un dolor de cabeza para ti y para todo el que trabaje con él.


Aquí digo él porque como sabéis, mis estimados e ilustrados lectores, el género neutro, que engloba al masculino y al femenino se expresa con el género masculino, cuestión de economía, y también porque el porcentaje de psicópatas y personas con conducta antisocial es mucho mayor, varias veces en el género masculino



CÓMO LIBERARSE DE LA CULPA. LA DESCARGA CULPABLE.


Y vamos al grano.


Qué hacer si sientes culpa por algo de lo que no eres responsable o sí lo eres.


Paso 1. Primero calma tu conciencia intentando reparar el daño, ya lo sé, eso lo has intentado ya, o bien es inviable, por lo que pasamos al paso 2.


Paso 2. Busca alguna actividad que te relaje mucho, esto es fundamental. Puede ser ponerte bajo el sol, darte un baño de agua caliente que relaje de paso tus músculos, tomarte una tila o poner música clásica (relajante que conste, no vayas a poner a Wagner que te me subes por las paredes). Una vez estés relajado, mejor si casi adormilado pasas al paso 3, pero es importante que no te saltes este paso, porque si no puedes obtener el efecto contrario al que buscas.


Paso 3. Coje papel y lápiz. ¿Por qué no te digo que lo hagas en tu mente? Pues porque el hecho de usar el papel y el lápiz activan el hemisferio derecho del cerebro, el intuitivo, el que está relacionado con la creatividad, con lo que puedes hacer este ejercicio de forma más eficiente usando la parte adecuada del cerebro. Por otro lado también activarás tu corteza prefrontal, la parte lógica del cerebro para que las emociones no se desborden.


Paso 3. Describe con pelos y señales lo que has hecho. Puedes usar dibujitos, líneas, lo que quieras en lugar de describirlo con palabras. No estás optando a un premio de Bellas Artes, sólo tiene que tener sentido para ti y es bueno que te dejes llevar, que no analices lo que escribes. Sólo pon lo que tú has hecho, no lo que crees que ha pasado como consecuencia de lo que has hecho, y por favor, ahórrate el esfuerzo de telepatía de intentar adivinar lo que pensó la otra persona, ahora no nos interesa.


Paso 4. Ahora dibuja o escribe qué has hecho para enmendar la situación si es que has podido hacer algo. Si no escribe o dibuja por qué no es posible hacer nada.


Paso 5. Relee lo que has escrito o repasa lo que has dibujado buscando alguna clave que se te haya escapado y que te pueda ayudar a resolver la situación. Sé receptivo a lo primero que te venga a la mente y escríbelo aunque te parezca una tontería, ten en cuenta que a lo mejor ahí se encuentra la semilla de la solución. ¿Sabes cómo Newton descubrió la Ley de la Gravedad? ¿Crees que si alguien le hubiera dicho antes de que pasara que un día echándose una siestecita la solución se le iba a caer en la cabeza se lo habría creído?


Paso 6. Ahora conecta con la emoción de la culpa y simplemente dibuja en el papel esa emoción, con todo lujo de detalles, mientras te das permiso para sentirla. Sólo dibuja lo que te inspire esa emoción, me da igual que sean una línea de puntitos o una serie de rayones como los que dibujan los niños. Es desagradable, pero lo que resistes persiste. Así que ¿podrías simplemente permitirte sentirla? ¿Permitir que toda la energía que hay dentro de esa emoción salga y se libere?


Repite el paso seis hasta que la sensación de culpabilidad haya desaparecido.


La culpa es una tirana que sigue apretando hasta que te deshaces de ella.


Feliz día sin culpa.




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