jueves, 26 de febrero de 2015

Por qué no funcionan las charlas de Motivación





Aviso, aquí va una entrada larga…

¿Has asistido o visto alguna charla de motivación? ¿Cúanto tiempo te duraron los efectos?
Seamos sinceros, las charlas motivacionales son encantadoras, ¿a quién no le gustan? 


Durante unos minutos te hacen sentir mejor, te permiten ver otras perspectivas, te dicen cosas que a todos nos gusta oír, y la lista sigue, y además suelen ser cosas que son verdad. Son fantásticas para darte un empujoncito en un mal día o para hacer un descanso productivo durante la jornada laboral.


Sin embargo sus efectos duran menos que un chupa-chups en la puerta de un colegio. Es decir, no producen cambios significativos ni medibles en las organizaciones, porque no los producen en las personas.



La causa está clara, es la misma por la que a la gente que quiere dejar de fumar, o hacer más ejercicio, o ser más productivo y dejar de posponer tareas no lo hacen: el cerebro. Hasta hace unos 20 años no se sabía prácticamente nada sobre el funcionamiento del cerebro, e incluso cuando empezaron a extenderse los conocimientos sobre neurociencia no se veía la aplicación práctica que podían tener.


Hoy sí. Se sabe, por ejemplo que no hay nada que ejerza más poder sobre nosotros y nuestro comportamiento que las emociones. Se sabe que los pensamientos no tienen ningún poder ante las emociones. Se sabe que conocer los peligros o las ventajas de algo no necesariamente hace que cambiemos nuestro comportamiento. De hecho raramente lo hace. Puede funcionar y de hecho lo hace si no hay nada en nuestro archivo cerebral que contradiga la información que nos presentan.


Son las emociones lo que hace que cambiemos nuestra forma de actuar. Si algo nos da miedo vamos a evitarlo, salvo las personas que son adictas al riesgo. Si algo nos gusta vamos a querer hacerlo. Por eso cualquier cosa susceptible de provocar placer puede causar una adicción, ¿sabes cuántos adultos son adictos al sexo online?


La auténtica motivación consiste en ser capaz de mantener un esfuerzo sostenido durante un período de tiempo razonable, suficiente para conseguir el fin que queremos o esperamos.
Motivación es ser capaz de mantener las emociones que nos impulsan hacia nuestros objetivos. Es decir, ser capaz de soltar las emociones que nos retrasan, que nos paran, por emociones que nos mantengan centrados en nuestras metas. Que nos ayuden a seguir adelante y a primar el resultado sobre el proceso, por incómodo, doloroso o inconveniente que pueda ser.

Pero claro, ¿cuánto dolor podemos soportar?


Para ello se necesita la capacidad de identificar las emociones en el momento en el que se presentan, lo que no es fácil, y ser capaz de procesar las emociones, pero las charlas de motivación no cambian las emociones tanto como se requiere para producir cambios. 


Es decir, por un tiempo nos sentimos mejor, más positivos, más capaces de hacer cosas, pero cuando pasa un rato y empezamos a plantearnos lo que queremos hacer aparecen otra clase de emociones, las que están almacenadas en nuestro cerebro producto de experiencias y situaciones anteriores, es por esto por lo que las charlas de motivación no funcionan. Por la misma razón que las frases motivacionales no lo hacen. 


No quiero decir que sean inútiles. Ayudar ayuda, pero no es suficiente.


Posiblemente estás pensando ahora en una charla o conversación motivacional en la que alguien dijo algo que aún recuerdas. Pero ¿acaso cambiaste algo significativo en tu vida después de oírla? ¿Cambiaste de trabajo, o de pareja, o empezaste a ser más productivo por unas palabras? Puede que sí…durante cinco minutos.


Porque ninguna charla motivacional cambia tus archivos emocionales, es decir el rango de emociones que sientes mayormente durante cada día, y que están intrínsecamente unidos a recuerdos de experiencias pasadas, y que aunque ahora ya no recuerdes las situaciones que originaron la emoción sigue estando ahí, para protegerte del peligro, porque tener miedo, para tu cerebro es peligroso, puede significar la muerte, ¿acaso no sentimos miedo cuando hay algún peligro de muerte? Por eso que no te extrañe que te quedes paralizado cuando encuentras algo que te da miedo, por más que nos resistimos el miedo sigue ahí y no se va.


¿Te he dicho antes que tu amígdala es estúpida, que no razona, que es como un puerto usb al que le pones un pen drive con información y no la analiza a ver si lleva virus y la acepta como una certeza?


Y no necesitas saber la razón de la emoción, ni explicarla, ni justificarla, y mucho menos aún analizarla y repasar los detalles de la experiencia, eso sólo haría que la emoción se intensifique más aún, recuerda, nuestro cerebro cuando sentimos una emoción intensa nos vuelve estúpidos.


Una charla motivacional es motivación externa. La motivación externa dura poco porque no van a la raíz de la falta de motivación, no pueden acceder al auténtico lugar del que nace la motivación interna.


Los pensamientos no cambian las emociones, y por tanto no son capaces de cambiar la química de tu cerebro, pero las emociones sí pueden cambiar esa química y producir cambios físicos en el cerebro. Cuando sentimos amor por alguien nuestro cerebro se ilumina como un árbol de navidad, y una serie de hormonas, como la oxitocina empiezan a invadir nuestro cuerpo, cambiando nuestros pensamientos, pensamos en lo agradable que es sentir amor, en las sensaciones placenteras que tenemos cuando estamos con quien queremos, etc.


Es la dopamina la hormona que despierta o activa la motivación. De hecho un estudio encontró que las personas que tienen niveles bajos de dopamina tienen niveles de motivación bajos que hacen que trabajen menos para obtener un resultado que otras. ¿Buenas noticias verdad? Es decir, si tu motivación es baja no es culpa tuya, a pesar de lo que hayas oído por ahí, si no que tiene que ver con tus niveles de dopamina. Por ejemplo, un mal jefe hace que baje tu motivación, y trabajar en un ambiente abusivo también, lo peor es que estos efectos pueden ser permanentes.


En otro estudio publicado en el Journal of Neuroscience por profesores de la Universidad de Vanderbilt  se encontró también que los niveles altos de dopamina en la corteza prefrontal se correspondían con una mayor motivación, pero había otras personas, los no motivados los podemos llamar, que presentaban niveles altos de dopamina en un lugar del cerebro relacionado con la percepción de riesgos y las emociones. Es decir, en lugar de activar la motivación en las personas poco motivadas se activan las emociones (mira tú por donde) y la percepción del riesgo.

Seguro que ahora lo entiendes mejor.


Pero es más específicamente en la amígdala en donde se almacenan las emociones negativas. Y por tanto su rol en la motivación es vital, ya que evita que cualquier pensamiento, curso o charla motivacional funcione. En la amígdala se encuentra la fuente indirecta de la motivación interna.




3 comentarios :

  1. Entonces, ¿una buena gestión de riesgos ayudaría en algo?

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    1. ¡Hola Jerby!

      La gestión de riesgos puede influir en la percepción del riesgo. En la motivación, como digo más arriba sólo influye cómo se cambien o gestionen las emociones.

      Gracias

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  2. Hola Ana,

    El que consiga dar con la clave de la motivación, literalmente se forra. Lo que pasa es que creo tal fórmula es como la cuadratura del círculo: im-po-si-ble. A cada uno nos motivan, nos mueven, una serie de cosas Y, para empeorar las cosas, es mucho más fácil desmotivar que motivar. Y sospecho que, precisamente por eso, puedes tener un subidón de motivación en una charla, pero luego te enfrentas a la "realidad": las frustraciones, los miedos, ...

    Me viene a la mente una famosa cita de Zig Ziglar: "La gente suele decir que la motivación no dura. Bueno, tampoco lo hace el baño - es por eso que lo recomendamos diariamente".

    Una charla puede ser un bálsamo, un disparador (un trigger, por decirlo fino :) ), pero no LA solución.

    Saludos,
    Ángel

    PD: La entrada no era tan larga :)

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