domingo, 27 de octubre de 2013

Un Ataque de Lucidez: Jill Bolt Taylor



Coaching

Una de las mejores cosas de internet es que se pueden compartir buenas ideas y cosas que nos benefician a todos.

Por eso, y aunque espero que la mayoría de los que leéis el blog hayáis visto este video, aquí os lo dejo para que lo podáis compartir y disfrutar, sólo traspasando nuestros propios límites podemos conseguir lo que realmente queremos.

La conferenciante es Jill Bolt Taylor y es neurocientífica, siendo su campo de investigación el cerebro. Siendo científica y sabiendo cómo funciona el cerebro tuvo un ictus, y pudo experimentar en sus propias carnes los cambios, los pensamientos y las sensaciones que ocasiona y que a punto estuvo de costarle la vida, dejándole sin poder moverse, ni hablar, ni siquiera podía entender el significado de una pregunta (que parece que le hacen a todos los americanos en el hospital): ¿Quién es el Presidente de los EE.UU?

En este caso, su experiencia es un ejemplo de coraje y determinación, que le llevó a no creer lo que los médicos le decían y a seguir su instinto y su intuición: las funciones que hayas recuperado en seis meses son las únicas que vas a tener, después de ese tiempo no es posible conseguir mejoras en el movimiento, procesamiento mental, pensamiento lógico, etc. 

Como podéis ver en el vídeo está vivita y coleando, habla y camina perfectamente y además ayuda a personas que han tenido esa experiencia, con un mensaje: NO TE RINDAS. Todos sabemos ahora (bueno o casi todos) que el cerebro es plástico y cambia con lo que hacemos y con lo que pensamos, pero hay todavía profesionales de la medicina que (como en cualquier otra profesión) tienen creencias que les limitan a ellos, y también a sus pacientes, aunque cada vez son menos, por eso es importante que historias como ésta se difundan. 

La recuperación de Jill consistió en ejercicios diarios durante horas que fueron cambiando y entrenando su cerebro de nuevo en hacer cosas que su cerebro durante el ataque desaprendió a hacer, y tuvo que empezar por el principio como los niños, pero poco a poco y por medio de la repetición consiguió tener las mismas capacidades que tenía antes de el ataque.

Fue el Premio Nobel español Santiago Ramón y Cajal quien en 1904 habló de la capacidad del cerebro de, mediante el pensamiento, cambiar su fisiología. Jill Bolt Taylor es un claro ejemplo de lo que nuestros pensamientos nos pueden ayudar a cambiar nuestra vida.

Espero que lo disfrutes. Gracias Dori por recordarme este vídeo.

Y si quieres ver otras historias con ejemplos de superación personal:













jueves, 17 de octubre de 2013

Líderes, jefes y jefecillos




Me contaban el otro día el caso de un directivo intermedio al que su empresa había enviado a una prestigiosa escuela de negocios extranjera a hacer un curso de liderazgo.

El curso en cuestión costaba por encima de los 20.000 euros y no duraba dos semanas. Quién me lo contaba me decía que le hacía mucha gracia que esa empresa se hubiera gastado tanto dinero en ese curso cuando el directivo en cuestión era un Hitler en potencia, vamos un dictador cuyo argumento de motivación principal son las amenazas de todo tipo a las personas que conforman su equipo.

Después del curso seguía siendo tan “líder” como antes y sus “tácticas de liderazgo” no habían cambiado, con lo que parece que aprender lo que se dice aprender no aprendió nada de liderazgo.

Es claramente lo que yo llamo un jefecillo. Porque no sólo no sabe ser líder, sino que ni siquiera pone interés, y además tampoco sabe ser jefe ya que los jefes de verdad, como los líderes saben que la productividad aumenta cuando la plantilla está contenta y tiene jefes que contribuyen y potencian su desarrollo profesional. Para ello, por supuesto, el jefe tiene que tener un nivel de autoestima determinado, el suficiente, al menos, para darse cuenta de que los logros de su equipo son al fin y al cabo sus logros, y de que si su equipo no crece personal y profesionalmente está demostrando incapacidad profesional o que ha tocado techo y está por encima de su nivel de competencia.

Desde hace un tiempo en España se habla bastante de liderazgo. Como todas las corrientes relacionadas con el mundo de la empresa y con la mejora de la gestión y la productividad provenientes de Estados Unidos, ésta, la del liderazgo ha llegado a España. Tanto que no sólo en la empresa se habla de liderazgo, sino hasta en los partidos políticos. 

Pero como muchas otras veces en España el concepto no se ha entendido, o se ha malentendido como sinónimo de ser jefe con más “caché” vamos con algún titulito (mejor si es por alguna prestigiosa escuela de negocios) que añada lustre al currículum.  Así ves a gente con un rejo autoritario chocante y agresivo autodenominarse líderes y decir con la boca llena que su capacidad de liderazgo es su característica principal. Lo hacen los políticos también, aunque vayan en listas cerradas y no les hayan votado personalmente. 

No saben que el liderazgo no es un título que te den en la universidad o en una escuela de negocios. El liderazgo, como el movimiento, se demuestra andando. Un jefe que no sabe motivar a su gente no es un líder. Una persona que grita y falta al respeto a su equipo no es un líder. El líder no tiene que amenazar al equipo, sabe que su objetivo es sacar lo mejor de él.

Cuando percibimos una amenaza, la amígdala o cerebro emocional (el servicio de seguridad de nuestro cerebro) desencadena una serie de procesos en nuestro cerebro, la más notable de ellas es que impide la llegada de la información al neocortex, o cerebro lógico (el presidente o CEO de la empresa). En ese momento decide tomar una serie de precauciones con el fin de evitar el peligro y dispara el mecanismo de lucha o huída (o parálisis). Como hay que defenderse de la amenaza lo que es necesario es desactivar las funciones que no sean necesarias para huir de la amenaza o luchar contra ella, con lo que por ejemplo la digestión se paraliza, y nuestra capacidad de deducción, de razonar se ve tremendamente disminuida, haciéndonos perder, en palabras de Joseph LeDoux un reputado neurocientífico, hasta 15 puntos de Cociente Intelectual.


Seguro que ya has sumado dos y dos. Y sí, esa es la razón principal de que los líderes tengan equipos y empresas más productivos. Si puedes pensar mejor y dispones de tu memoria, tus habilidades y tu capacidad de razonar intactas puedes: vender, diseñar, negociar, comprar,etc. etc., mejor. Si no puedes contar con lo mejor de tu cerebro sino con sólo una parte y tu cuerpo está en pleno proceso de lucha o huída te será más difícil concentrarte y por tanto ser productivo.

Tendrás que leer dos veces algo para entenderlo, aunque en circunstancias normales con una ojeada tengas la información. Te costará más encontrar argumentos de venta. No podrás entender la situación con la misma facilidad y rapidez. En definitiva somos más tontos (temporalmente afortunadamente).

¿Pero qué sucede si las amenazas se suceden con cierta regularidad digamos en el trabajo? Que el equipo entero está en modo “lucha o huída”, bajo un estrés permanente. Y cuánto más se esfuercen por ser más eficientes porque se dan cuenta de que no lo están siendo, más se activará el modo “lucha o huída” y más ineficientes serán.

En una empresa con poca cultura de liderazgo o una cultura de Recursos Humanos ineficiente, el auténtico problema (el jefecillo) pasa desapercibido y se llamará a capítulo al equipo (agravando el problema) mientras que se da una palmadita en la espalda al jefecillo de turno. Por supuesto la principal perjudicada es la empresa, pero también los empleados-víctimas. Es decir es un escenario en el que nadie gana, ni siquiera el jefecillo, porque al fin y al cabo el equipo no produce, o lo hace con un tremendo esfuerzo y desgaste. En cuanto puedan los trabajadores cambiarán de departamento o se irán a otras empresas.

Entonces la empresa contratará a una consultora que posiblemente después de sesudos “assessment” o evaluaciones llegará a la conclusión de que hay que reorganizar el departamento o la empresa y hacer procesos más dinámicos donde cada uno tenga claras sus funciones,…Después de afrontar el gasto y hacer los cambios que implicarán más estrés a los trabajadores y por ende a la empresa, las cosas seguirán en el mejor de los casos igual, salvo para los trabajadores que se hayan librado del jefecillo, y en la mayoría de los casos peor.

Y entonces se echará a trabajadores a la calle diciendo que es la baja productividad la culpable.

No lo es.

Sólo ha sido el jefecillo.

E imagina si hay más de uno.

He conocido a varios jefes así. Y realmente trabajan de ese modo porque no saben hacerlo de otro modo.

Por supuesto sugerencias en el sentido de mejorar la motivación, estar más cercanos al  equipo, tratar con respeto, educación y amabilidad a los trabajadores, averiguar cómo sacar lo mejor de ellos para que sean auténticas estrellas les suena a chino, pero cuando tienen suficiente apertura de miras, o cuando están entre la espada y la pared, y empiezan a introducir pequeños cambios son los primeros sorprendidos por los resultados y su satisfacción personal también aumenta.

La otra opción que tiene la empresa es ascender a los líderes que ya tenga en la organización. Es más barato. Pero para eso tienen que saber quiénes lo son. Y si tenemos en cuenta que la mayoría de la gente identifica jefe con líder…La paradoja es que suelen ser los auténticos líderes los que suelen buscar ayuda para aumentar su liderazgo…
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