Seth Godin es un conocido gurú americano del mundo de los negocios que escribe sobre ellos y sobre nuevas formas de dirigir las empresas. En este interesante libro cuya finalidad es retar al lector a salir de su zona de confort y hacer que haga con su vida algo que realmente tenga sentido para él, utilizando el trabajo para ello, presenta sugestivas y útiles ideas acerca de cómo conseguirlo.
Nos propone un sistema económico, una forma de hacer negocios, más justa, en el que todos ganen, y que al mismo tiempo satisfaga a todos los que lo componen, no sólo a los más ricos.
“La esencia de la producción en masa es que cada parte es intercambiable. Tiempo, espacio, personas, movimiento y material- cada una se ha hecho más eficiente porque cada pieza era predecible y estaba separada”
“Lo que sigue, entonces, es que cuando eliminas al trabajador habilidoso, al artesano que hace las cosas a medida, estás ahorrando dinero en salarios y construyendo una empresa que es fácil conseguir que sea más grande. En otras palabras: primero tienes partes intercambiables, luego tienes trabajadores intercambiables. El objetivo era conseguir trabajadores con la menor cualificación posible, con el salario más bajo posible. Y este es el mercado de trabajo para el que hemos sido entrenados”
Seth plantea que todos a continuación nos hicimos trabajadores de fábricas, hasta que el modelo quebró. El modelo económico que funcionaba desde principios del siglo 20 ya no es eficiente ni operativo, hemos evolucionado.
“¿Qué es lo que queda para que nosotros podamos trabajar? El arte. Ahora éxito significa arte”
“Los linchpin (los Imprescindibles) son esenciales para las organizaciones del mañana. No proveen de capital o de caras maquinarias, pero tampoco siguen ciegamente las instrucciones. Son indispensables”
Producir, conformarnos y consumir son los tres pilares en los que se ha basado nuestra existencia y economía. Pero esos tres pilares han cambiado: “¿qué pasaría si al mundo le importaran más las voces únicas y la comprensión, que el trabajo con baja remuneración en una línea de montaje?”
Este libro trata de hacer que seamos como realmente somos, que saquemos todas las cualidades que tenemos dentro pero que han sido ignoradas y reprimidas por un sistema que sólo valora a los que se conforman y hacen “lo que el jefe dice”.
Nos reta a ser indispensables en nuestro lugar de trabajo, independientemente del lugar en el que trabajemos y del aprecio que nuestro jefe muestre por nuestro esfuerzo en conseguir un trabajo de mayor calidad y mejor o por los resultados que consigamos. Lo hacen sólo por el placer de hacerlo bien, de sentirse bien y de hacer que otros se sientan bien, y eso les hace felices.
Nos reta a ser indispensables en nuestro lugar de trabajo, independientemente del lugar en el que trabajemos y del aprecio que nuestro jefe muestre por nuestro esfuerzo en conseguir un trabajo de mayor calidad y mejor o por los resultados que consigamos. Lo hacen sólo por el placer de hacerlo bien, de sentirse bien y de hacer que otros se sientan bien, y eso les hace felices.
Cuando empecé a fijarme en los Imprescindibles empecé a encontrar bastantes a mi alrededor.
El que más me llamó la atención lo encontré en el Aeropuerto de Madrid.
Llegué de un vuelo y cogí un carrito para las maletas. Al caminar con él me dí cuenta de que se trababa y no funcionaba bien. En ese momento llegaron dos personas pertenecientes al personal del Aeropuerto, y se fijaron en los carros. Mientras volvía al sitio en el que se encontraban todos los carros me fijé como una de estas personas (de baja estatura, con bigote y barba oscuros y unos treinta y largos o quizá cuarenta años) colocaba los carros (que para mí ya estaban colocados) y se retiraba un poco para comprobar que estaban alineados, mientras llegaban más pasajeros que se acercaban a coger carros.
La otra persona le observaba desde la distancia, sin hacer nada, sólo miraba como él trabajaba. Fui a poner el carro donde estaban todos los demás, y el señor me miró y me preguntó si el carro estaba mal. Le contesté que sí, y entonces, ante mi estupor, cogió el carro lo puso boca abajo y dijo “vamos a ver qué es lo que pasa”, y lo estuvo manipulando un poco, mientras yo le observaba y contestaba a sus comentarios sobre cuál podía ser el problema.
Parecía que los carros eran suyos, y parecía también que se tomaba muy en serio a las personas, e incluso soltó otro carro y nos dijo que ese estaba bien y me lo dio. No creo que le pagaran más que a la persona que observaba como él trabajaba. Pero se le veía implicado, ajeno al hecho de que, por ejemplo, a su compañero no le importara el resultado de su trabajo.
Este señor me dio una lección: en cualquier sitio hay Imprescindibles, y desde luego si tuviera una empresa a este señor lo contrataba, porque es un “resuelveproblemas” nato. Sólo me quedó la pena no haber apuntado su nombre para escribirle a Aena una carta de felicitación a esta persona. Pero si vas por el Aeropuerto de Madrid y lo ves felicítale por su trabajo. Se lo merece y mucho.
¿A cuántos Imprescindibles te has encontrado por ahí?¿Qué puedes hacer ahora para ser Imprescindible?¿Prefieres buscar y encontrarle un sentido a tu trabajo o estás esperando a que otros lo hagan por ti? Espero vuestras opiniones, y sobre todo vuestras historias sobre los Imprescindibles que hayáis encontrado. Y recuerda, crean arte, porque son capaces de transformar algo que para muchos es aburrido, tedioso, en algo emocionante y enriquecedor, independientemente de lo que hagan.