Liz Murray describe el apartamento en el que pasó su infancia como un lugar sucio, en el que las drogas siempre estaban presentes. Para ella era “normal” “entrar en la cocina y encontrar a sus padres inyectándose drogas”. Sus padres estaban tan desesperados por conseguir droga que vendían lo que fuera con tal de conseguir unos dólares.
Una mañana Liz se levantó y descubrió que su madre había vendido el abrigo de su hermana menor. Ella era el único miembro de la familia que tenía un trabajo. A los 9 años comenzó a trabajar embolsando comida en supermercados y poniendo gasolina.
Cuando tenía 10 años se enteró de que su madre tenía SIDA. En lo años que siguieron cuidó de su madre que además de SIDA tenia tuberculosis. Cuando su madre murió en 1996 pensó en qué es lo que tenía que hacer para no terminar igual que su madre, y decidió que tenía que volver al colegio. Tenía 15 años y vivía en la calle. Su padre vivía en la calle y las había abandonado a ella y su hermana. A pesar de sus malas notas la aceptaron en un colegio público, donde no sabían que vivía en la calle. Se esforzó en los estudios y estudió un curso doble, y a pesar de que estudiaba en una escalera consiguió sacar excelentes notas. La experiencia fue todo lo que ella esperaba que fuera. Le encantaba aprender.
Liz solicitó una beca del New York Times para estudiantes necesitados, recibió una beca de 12.000 dólares para cada año en la Universidad. Los lectores del New York Times se conmovieron tanto con su historia que donaron otros 200.000 dólares .
Liz usó su beca para ir a Harvard. Cuenta que cuando visitó el campus de Harvard con su Instituto “decidió” que estaba a su alcance. Se preguntó “porqué no podía conseguirlo si realmente lo deseaba” y “qué hacía a quienes estudian allí diferentes de ella”. Cuando recibió la carta de admisión gritó de alegría. Sintió que tenía alas y que podía hacer lo que se propusiera. Cuando su padre, que estaba en la calle, enfermó dejó la Universidad para cuidar de él. Volvió a la Universidad, y su padre murió poco después de SIDA.
Se graduó en Harvard en 2009 y hoy tiene su propio negocio ayudando a otros a cambiar sus vidas.
“Quiero que veáis el cuadro” dice.”Estamos todos interconectados; es un círculo. Son las personas las que hacen la diferencia en la vida de otras personas. Un sueño sin apoyo es como un avión sin alas”.
Menciona especialmente al director del Instituto en el que le admitieron “si me hubiera dicho que no hoy no estaría aquí”.
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